Allí, a más de 3.500 metros de altitud, se respira una mezcla de inmensidad, pureza y dureza que no se parece a nada
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PISTOLEROS GRAVEL: ENTRE EL DESIERTO Y EL CIELO
con Antonio Ortiz
Hay lugares que te cambian la forma de entender lo que significa pedalear.
Lugares donde la distancia, la altura y el silencio te ponen en tu sitio.
El desierto de Uyuni, en Bolivia, es uno de ellos.
En ese escenario nace Pistoleros Gravel,
una aventura por etapas que combina el espíritu del gravel con la épica del Lejano Oeste.
Tres días bastan para comprender que esta no es solo una carrera.
Es una experiencia que te vacía y te llena al mismo tiempo.
La Emboscada
La primera etapa, “La Emboscada”, con 50 kilómetros, te pone a prueba desde el primer metro.
No hay grandes desniveles, pero sí ese terreno quebrado que no te da tregua, caminos que se pierden entre tonos ocres y una luz que cambia a medida que avanzas. Es el primer contacto con un entorno que te absorbe y te hace entender que aquí cada pedalada tiene valor.
La Gran Fuga
La segunda jornada, “La Gran Fuga”, es otra historia.
Más de 115 kilómetros que exigen cabeza, piernas y paciencia.
Es un día largo, de esos en los que el viento parece venir de todas partes y el paisaje se convierte en un espejo del esfuerzo.
Es una etapa que te confronta contigo mismo.
La Gran Fuga, es otra historia. Avanzas entre llanuras infinitas, cruzas aldeas diminutas y miras al horizonte sin saber dónde acaba el cielo y empieza la tierra.
El Último Refugio
Y luego llega “El Último Refugio”, 73 kilómetros que resumen todo lo vivido.
Una ruta que te lleva por campos de cultivo, gargantas rocosas, zonas que recuerdan a Arizona y tramos de pura soledad.
Hasta que, al final, aparece el salar. Un mar blanco, inmenso, imposible de describir con justicia.
La meta está ahí, en medio de la nada, pero con la sensación de haber llegado a todas partes.
Durante toda la aventura, mi compañera de viaje ha sido la BH GravelX R.
Una bici que no solo ha estado a la altura, sino que ha sido parte fundamental de la experiencia.
Ligera, precisa y estable, ha sabido adaptarse a todo: pistas rápidas, terreno roto, arena, sal…
En lugares como Uyuni no hay margen para el error, y tener una bici así bajo ti te da la confianza para dejarte llevar,
para disfrutar del entorno sin pensar en lo que puede fallar.
Es una bici que invita a explorar, a seguir pedaleando cuando el cuerpo pide parar
El descanso tuvo también su propio refugio: el Hotel Luna Salada.
Construido literalmente con bloques de sal, se alza sobre una loma con vistas que parecen irreales.
Por un lado, el salar se extiende hasta el infinito; por el otro, el desierto se abre en una sucesión de tonos que cambian con la luz.
Es un lugar silencioso, acogedor, que se convierte en parte de la experiencia. No solo por lo que ofrece, sino por dónde está.
Antonio Ortiz
Es un lugar silencioso, acogedor, que se convierte en parte de la experiencia. No solo por lo que ofrece, sino por dónde está.
Antonio Ortiz
Pistoleros Gravel no es una prueba cualquiera.
Es una invitación a vivir el ciclismo de otra manera.
A pedalear sin referencias, sin ruido, sin distracciones.
Aquí cada kilómetro te enseña algo:
a escuchar tu respiración, a aceptar la altitud, a medir el esfuerzo y, sobre todo, a disfrutar de lo simple.
El aire seco, el sonido de las ruedas sobre la grava o la sal, el horizonte infinito.
Porque al final, de eso va el gravel: de buscar caminos nuevos, de no saber exactamente a dónde vas, pero disfrutar del viaje
Y si ese viaje pasa por el desierto de Uyuni, entonces ya sabes
que estás pedaleando en uno de esos lugares que se quedan grabados para siempre.
Hay algo casi espiritual en rodar en un sitio así.
Tal vez sea la soledad, o esa sensación de insignificancia ante un paisaje tan vasto.
Tal vez sea el reto de enfrentarte al vacío, o la magia de ver cómo el sol cae sobre el salar y todo se tiñe de rosa y naranja.
Sea lo que sea, es de esas experiencias que te acompañan después, cuando ya has vuelto a casa, y de repente una imagen, un olor o una canción te devuelven allí, al silencio, al polvo, a esa sensación de libertad absoluta.
¿Cuál es mi talla?