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KARUKINKA GRAVEL RACE, UN VIAJE AL FIN DEL MUNDO
por Antonio Ortiz.

Rodeado de paisajes que parecen sacados de un sueño de otro mundo.

La Karukinka Gravel Race no es solo una carrera, es una vivencia a través de la Patagonia, un viaje al fin del mundo

Un punto austral del planeta, donde el mar y las montañas se funden en un entorno salvaje y puro. Tierra del Fuego. Aquí, el concepto de "aislación" adquiere una nueva dimensión. Los caminos serpentean entre bosques de lenga, ríos, lagos, montañas cubiertas de nieve y grandes estepas que se abren ante los participantes.

Es una belleza extrema, difícil de definir, que te hace sentir la inmensidad de la naturaleza

Lo más impactante de la Karukinka Gravel Race no es solo el paisaje sobrecogedor, sino la sensación de estar en el fin del mundo, en un lugar donde, por suerte, aún son pocos los que se atreven a llegar. La sensación real es de estar recorriendo un rincón remoto de la Tierra, un lugar tan apartado que cada pedaleada parece una conquista.

El viento, uno de los mayores enemigos del ciclista, a menudo de cara, empuja con fuerza y parece querer arrebatarte cualquier esperanza de llegar al destino. Los cielos nublados se despejan momentáneamente, revelando montañas que parecen tocadas por la mano de los dioses. El terreno es impredecible: pistas interminables destapadas, como les llaman ahí, dan paso kilómetro tras kilómetro a una imagen que mejora la anterior.

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Cada una de las cuatro etapas fue un reto en sí misma. Desde el inicio en Villa Camerón, pasando por el Lago Blanco, Caleta María y Pampa Guanaco, la geografía patagónica se mostró en toda su crudeza y belleza. La última etapa, de regreso a Villa Camerón, fue especialmente conmovedora: la meta no solo era el fin del esfuerzo de cuatro días de auténtico gravel, sino el cierre de una experiencia única en el fin del mundo. Llegar allí no fue solo un logro físico, sino un hito emocional, una mezcla de agotamiento y gratitud por haber sido parte de algo tan especial.

Y al final, la recompensa: un asado al palo a fuego lento, con leñas de lenga autóctona, rodeados de ciclistas que compartían historias de fatiga y superación, pero también de amistad. Esa es la verdadera esencia de la Karukinka Gravel Race: un desafío de resistencia, pero también una conexión con la naturaleza y con otros ciclistas, en un lugar como pocos en el mundo.

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La Karukinka Gravel Race en Tierra del Fuego no es solo una prueba de ciclismo. Es una inmersión en la naturaleza en su forma más pura, un viaje que redefine lo que significa estar en el "fin del mundo".

¡Vívelo, que no te lo cuenten!

Antonio Ortiz