
filtrar resultados
Filtrar por
21/07/2014
Francia tiene un color especial

El día de descanso del Tour es una jornada fantástica para estar con los corredores, con los directores, con los periodistas y también con los aficionados y conocer el estado de ánimo de todos ellos. Sin duda hoy he sacado dos conclusiones: que la carrera está decidida en favor de Nibali salvo que suceda algo extraordinario y que el público galo ha vuelto a creer en sus ciclistas después de muchos años sin ídolos a los que admirar. Por eso Francia tiene un color especial. Se ha recobrado la ilusión de poder ver a uno de los suyos peleando por ganar la prueba más importante del mundo y eso, después de muchos años de sequía sin hombres entre los mejores de la general, es algo muy importante para ellos. La pelea que están manteniendo los jóvenes Bardet y Pinot por el podium (sin olvidar al veterano Peraud ni al incombustible Rolland) está siendo seguida con mucha expectación por los seguidores franceses que se agolpan en la carretera divididos entre uno y otro. Es muy bonito pero hay que tener cuidado con estas cosas porque de momento son sólo promesas que deben demostrar en el futuro que no son flor de un día.

Esta situación ha hecho comparar esta edición con la de 1964 cuando Francia se dividía entre Anquetil y Poulidor en el que para mí ha sido el mejor Tour de la historia. Pero sinceramente creo que no tiene nada que ver porque Anquetil y Poulidor eran dos estrellas del ciclismo en ese momento y Bardet y Pinot no dejan de ser dos prometedores ciclistas que de momento están lejos del palmarés de dos mitos como ellos. Anquetil y Poulidor ocasionaron divorcios, rupturas de amistades, peleas entre vecinos, fue una batalla más allá de lo deportivo. Posiblemente era “Poupou” el más fuerte, pero las bonificaciones en Mónaco, la mítica etapa de Envalira donde Raymond sacaba cuatro minutos a Jacques a falta de 25 kilómetros y acabó cediendo tiempo o la crono de Bayona donde pinchó y se le salió la cadena fueron los que propiciaron la victoria de Anquetil. Aunque si hay un día recordado de aquella edición fue la subida a Puy de Dome con ambos protagonistas luchando codo a codo en una de las imágenes históricas del Tour. Es curioso como después de todas las batallas que vivieron, acabaron siendo buenos amigos. Uno debe ser enemigo en la carretera pero ser amigo fuera de ella. Eso es el ciclismo.

Pero volvamos a 2014 y a la última semana de la carrera que comienza mañana con unos largos 234 kilómetros con meta en Bagneres de Luchon en un día ideal para escapadas y donde los favoritos de la general se guardarán para las duras etapas en los Pirineos. El miércoles final en Saint Lary tras ascender previamente Portillon, Peyresourde y Val Louron. El jueves llegada a Hautacam, la montaña sin oxígeno, tras subir antes el Tourmalet. Y el sábado la decisiva contrarreloj entre Bergerac y Perigueux que decidirá la clasificación del Tour. Serán días donde algunos de los primeros de la general acabarán haciendo “crack” y sólo sobrevivirán los más fuertes. Y también serán momentos de muchos recuerdos para los aficionados españoles porque estaremos en cuatro escenarios que han marcado la trayectoria de mi amigo Miguel Indurain: en la bajada del Tourmalet lanzó el ataque junto a Chiapucci que le llevaría a vestirse por primera vez de amarillo en la cima del Val Louron en 1991. En Bergerac en 1994 realizó una crono portentosa en la que sacó más de dos minutos a Rominger que fue segundo ganándose el apodo de “Tirano de Bergerac”. Y en Hautacam vivió la cara y la cruz: en 1994 atacó entre la niebla y destrozó a sus rivales dejando la victoria de etapa a Luc Leblanc y en 1996 perdió todas sus opciones de obtener su sexto triunfo tras los durísimos ataques de Bjarne Riis. En próximos días os contaré detalles de cómo vivimos esas jornadas dentro del conjunto Banesto.
Esto es todo amigos. Saludos desde el Tour de France.
